Vincent Van Gogh, Paul Gauguin y Sien desafían a la historia, que dice que no fueron contemporáneos, y desde las tablas del teatro independiente gritan de hambre e incomprensión. Dos y Sien, la obra de Carlos Vitorello toma dos hechos históricos y los une para lograr un entramado de amor, búsqueda, necesidad y miseria. Van Gogh y Gauguin convivieron y pintaron juntos en la campiña francesa. Sien llegó a la vida de Vincent mucho antes, cuando él la convenció a que dejara la prostitución, posará para sus cuadros y viviendo bajo el mismo techo. Gauguin y Sien también comparten un pasado.
Con un guión crudo, de diálogos irónicos y mordaces, los personajes se interrogan, con visionario escepticismo sobre las injusticias del mundo. El torturado Vincent, encarnado por Gerardo Colonniello, no deja de pintar freneticos paisajes con vida propia y campesinos con todos sus rojos, verdes y amarillos “para que algún día miren desde la pared de la casa de un rico y le hagan recordar que ellos también existen”, postura que le costará haber vendido un solo cuadro en toda su vida. Mientras Paul Gauguin, papel que interpreta Roberto Echaide, deja que su impresionismo se exprese a gusto de los mecenas, que prefieren temas más alegres. Sien, magistralmente resucitada por Flavia Vitale, expone su cuerpo para los artistas y se niega a mostrar el alma que le asoma por los huesos. Reclama y ofrece calor, desgastada por el hambre y la alerta constante.
Revuelta, conflictiva, fresca e iracunda “Dos y Sien” habla, con sus potentes actuaciones, de la búsqueda, la soledad, el dinero versus los principios, el hambre profunda y de la soledad de cualquier artista que quiere cambiar el mundo esgrimiendo la verdad.
Arte veraz y contestataria o creaciones a medida de los caprichos de las alcurnias. Injusticias arrojándose desde las telas hacia los ojos o paisajes calmando las conciencias y los pensamientos. Amores extorsivos, abrazos solo para pasar disimular la crueldad del invierno, desamparados buscándose a si mismos y a la vez buscando una respuesta que regalar al mundo. Las mismas disyuntivas desde que el hombre camina erguido y descubrió que con pigmentos y la yema de sus dedos se puede plasmar la historia.
Por María Tosar
Con un guión crudo, de diálogos irónicos y mordaces, los personajes se interrogan, con visionario escepticismo sobre las injusticias del mundo. El torturado Vincent, encarnado por Gerardo Colonniello, no deja de pintar freneticos paisajes con vida propia y campesinos con todos sus rojos, verdes y amarillos “para que algún día miren desde la pared de la casa de un rico y le hagan recordar que ellos también existen”, postura que le costará haber vendido un solo cuadro en toda su vida. Mientras Paul Gauguin, papel que interpreta Roberto Echaide, deja que su impresionismo se exprese a gusto de los mecenas, que prefieren temas más alegres. Sien, magistralmente resucitada por Flavia Vitale, expone su cuerpo para los artistas y se niega a mostrar el alma que le asoma por los huesos. Reclama y ofrece calor, desgastada por el hambre y la alerta constante.
Revuelta, conflictiva, fresca e iracunda “Dos y Sien” habla, con sus potentes actuaciones, de la búsqueda, la soledad, el dinero versus los principios, el hambre profunda y de la soledad de cualquier artista que quiere cambiar el mundo esgrimiendo la verdad.
Arte veraz y contestataria o creaciones a medida de los caprichos de las alcurnias. Injusticias arrojándose desde las telas hacia los ojos o paisajes calmando las conciencias y los pensamientos. Amores extorsivos, abrazos solo para pasar disimular la crueldad del invierno, desamparados buscándose a si mismos y a la vez buscando una respuesta que regalar al mundo. Las mismas disyuntivas desde que el hombre camina erguido y descubrió que con pigmentos y la yema de sus dedos se puede plasmar la historia.
Por María Tosar
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